Medio siglo ya

KENNEDY y Clinton eran moderados y activos. Con las mujeres les costaba más serlo. Y se notaba. El primero tuvo peor suerte personal, y mejor suerte histórica: siempre la da la muerte. La esposa del segundo tenía voz de mando; y sigue ahí. La del primero –que me inspiró Anillos para una dama– tenía vocación de sí misma. El traje rosa de la muerte en Dallas aún permanece, hasta el año 2103 bajo secreto; en las primeras horas, tenazmente, mostraba en las manos un fragmento craneal: así consta en la historia. Aquel magnicidio ha perdido interés, sobre todo conociendo el tomate. La divinización tiene que apoyarse en muchas patas. Yo, a Jackie, le he batido demasiados dry martinis, y sobre John he leído demasiados libros. Los archivos nacionales guardan 3.000 tomos críticos de papeles y recuerdos. Había muchos más, hasta que se pensó en la CIA como implicada. Pero total ¿qué importa? ¿A quién le importa ese correveidile? Pasó. Cuando en 100 años pueda admirarse sin polillas el traje rosa con forro azul de Jackie, pocos la recordarán; su segunda boda corrió un estúpido velo. Todo dura menos que el sabor de un dry martini, de los que yo le hice a la viuda de Kennedy, con una gota de Channel número 5.